La ruin rutina dejó manchas escarlatas e imborrables en nuestra cama.
La música, la regadera juntos, el bailar pegaditos y el dormir sin pijama dejaron de ser pequeños placeres de la vida compartida, para convertirse en pequeñas discusiones con formas de dagas, de cuchillos y de hachas hirientes.
Le di todo y me dio todo:
El alma, los besos y la sangre.
Y se llevó todo. Y me lleve todo:
La sangre, los besos y los jardines.